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21.10.09

Amor


Un texto de Arturo Pérez Reverte, porque sí, por que hoy es hoy y siempre es un buen momento para removerse por dentro.

Nunca antes me había fijado en la cantidad de parejas homosexuales que se ven paseando por Venecia. Los encuentras caminado por los puentes, a la orilla de los canales, cenando en los pequeños restaurantes del casco viejo. No suele tratarse de dúos espectaculares, sino todo lo contrario: gente discreta, tranquila, a menudo con aspecto educado. Mirando a los demás aprendes cantidad de cosas, y en el caso de estas parejas siempre me encanta sorprender sus gestos comedidos de confianza o afecto, el reparto convencional de roles que suele darse entre uno y otro, la ternura contenida que a menudo sientes flotar entre ellos, en su inmovilidad, en sus silencios.
Pensaba en todo eso el otro día, a bordo del vaporetto que cubre el trayecto de San Marcos al Lido. Sobre la laguna soplaba un viento helado, los pasajeros íbamos encogidos de frío, y en un banco de la embarcación había una pareja, hombre y hombre, cuarentones, tranquilos. Se sentaban muy juntos, apoyado discretamente un hombro en el del compañero, en un intento de darse calor. Iban quietos y callados, mirando el agua verdegris y el cielo color ceniza. Y en un momento determinado, cuando el barco hizo un movimiento y la luz y la gama de grises del paisaje se combinaron de pronto con extraordinaria belleza, los ví cambiar una sonrisa rápida, fugaz, parecida a un beso o una caricia.
Parecían felices. Dos tipos con suerte, pensé. Aunque sea dentro de lo que cabe. Porque viéndolos allí, en aquella tarde glacial, a bordo del vaporetto que los llevaba a través de la laguna de esa ciudad cosmopolita, tolerante y sabia, pensé cuántas horas amargas no estarían siendo vengadas en ese momento por aquella sonrisa. Largas adoslescencias dando vueltas por los parques o los cines para descubrir el sexo, mientras otros jóvenes se enamoraban, escribían poemas o bailaban abrazados en las fiestas del Instituto. Noches de echarse a la calle soñando con un príncipe azul de la misma edad, para volver de madrugada, hechos una mierda, llenos de asco y de soledad.
La imposibilidad de decirle a un hombre que tiene los ojos bonitos, o una hermosa voz, porque, en vez de dar las gracias o sonreír, lo más probable es que le parta a uno la cara. Y cuando apetece salir, conocer, hablar, enamorarse o lo que sea, en vez de un café o un bar, verse condenado de por vida a los locales de ambiente, las madrugadas entre cuerpos Danone empastillados, reinonas escandalosas y drag queens de vía estrecha. Salvo que alguno -muchos- lo tenga mal asumido y se autoconfine a la alternativa cutre de la sauna, la sala X, la revista de contactos y la sordidez del urinario público.
A veces pienso en lo afortunado, o lo sólido, o lo entero, que debe de ser un homosexual que consigue llegar a los cuarenta sin odiar desaforadamente a esta sociedad hipócrita, obsesionada por averiguar, juzgar y condenar con quién se mete, o no se mete, en la cama. Envidio la ecuanimidad, la sangre fría, de quien puede mantenerse sereno y seguir viviendo como si tal cosa, sin rencor, a lo suyo, en vez de echarse a la calle a volarle los huevos a la gente que por activa o por pasiva ha destrozado su vida, y sigue destrozando la de los chicos de catorce o quince años que a diario, todavía hoy, siguen teniéndolo igual que él lo tuvo: las mismas angustias, los mismos chistes de maricones en la tele, el mismo desprecio alrededor, la misma soledad y la misma amargura.
Envidio la lucidez y la calma de quienes, a pesar de todo, se mantienen fieles a sí mismos, sin estridencias pero también sin complejos, seres humanos por encima de todo. Gente que en tiempos como éstos, cuando todo el mundo, partidos, comunidades, grupos sociales, reivindica sus correspondientes deudas históricas, podría argumentar, con más derecho que muchos, la deuda impagada de tantos años de adolescencia perdidos, tantos golpes y vejaciones sufridas sin haber cometido jamás delito alguno, tanta rechifla y tanta afrenta grosera infligida por gentuza que, no ya en lo intelectual, sino en lo puramente humano, se encuentra a un nivel abyecto, muy por debajo del suyo. Pensaba en todo eso mientras el barquito cruzaba la laguna y la pareja se mantenía inmóvil, el uno contra el otro, hombro con hombro. Y antes de volver a lo mío y olvidarlos, me pregunté cuantos fantasmas atormentados, cuántas infelices almas errantes no habrían dado cualquier cosa, incluso la vida, por estar en su lugar. Por estar allí, en Venecia, dándose calor en aquella fría tarde de sus vidas.
Arturo Pérez-Reverte.

Gracias a Mery.

Premio para quien sepa que es la foto que acompaña (fuente: Google).

13 comentarios:

  1. ¿Es Tassio de "Muerte en Venecia"?

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  2. Está muy bien el fragmento, además podria muy bien ser una crítica en un diario a esta Sociedad (por llamarlo de alguna manera) ya que la mayoria de las veces, parece más una sociedad una jauria de perros que la "Sociedad" que nosotros creemos tener.

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  3. Está genial. Siempre me han gustado más sus artículos que sus libros.

    En cuanto a lo de la lucha, qué bueno sería que todos lucháramos por las reivindicaciones de todos en vez de cada uno por separado por la suya. Sería una señal de que por fin nos hemos hecho humanos de verdad.

    Un beso.

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  4. Lo que yo comenté era mi respuesta a la pregunta del premio.

    (Premio para quien sepa que es la foto que acompaña)

    Me he dado cuenta ahora que veo que se comenta el texto. Yo fuí directamente al "premio".

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  5. "Aquél que ha contemplado la belleza está condenado a seducirla o morir".
    ¿Por qué lo has sabido Orange?

    Una jauría de perros es una buena definición Otaku.

    Sí Tawaki, también me pasa eso con Reverte.
    Las reivindicaciones son siempre de todos porque que la sociedad sea más humana, inteligente, bien educada y tolerante nos beneficia a todos. ¿Cual es "tu" reivindicación? que la apoyo :)

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  6. Lo he sabido porque un texto con el tema de la homosexualidad y ambientado en Venecia me ha recordado la peli "Muerte en Venecia".

    A mí me gusta mucho el cine, a partir de ahí pensé que la foto que acompañaba el texto bien podría ser la de un "Tassio".

    Creo que es el acertijo o adivinanza que más fácil he encontrado en tu blog.

    ¿Y el premio? Ja ja ja aaa

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  7. Muerte en Venecia es una peli que descubrí hace poco y me gustó muchísimo Orange. Tengo pendiente la novela de la que salió. Te la has leído tú?
    Lo de "premio" me temo que era una forma de hablar ¬_¬ ejem.

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  8. Jo! Ya lo han dicho :( Q rapido has sido orange!!!

    Me ha gustado muchisimo el texto. Gracias por compartirlo :)

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  9. Muerte en Venecia es una peli llena de melancolía. Hace muchos años que la ví, pero muchos. No tengo recuerdos de las escenas pero sí de la historia.

    Creo que la foto es el Tassio de la pelicula que ví, aunque inicialmente creí que era un Tassio de alguna obra de teatro que pudiera estar representandose en la actualidad.

    No he leído la novela, supongo que si la peli se basaba en la novela pues la novela será mucho mejor como siempre pasa en el cine.

    Si han novelado la pelicula pues no lo sé.

    El texto de Arturo es muy bueno. Creo que el premio ya es el texto, así que sí que tengo mi premio.

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  10. La novela es anterior claro, es una novela corta de 1912 de Thomas Mann nada menos. Por eso le tengo tantas ganas.
    Es el chico que viste en la película. Es maravilloso, alucino con el actor.

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  11. Yo también sabía q es Tassio, de la peli basada en la novela de Thomas Mann. No hay premio? :)

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  12. El premio es haber visto esa gran película Sara, jajaja. Si has leído la novela cuéntame por favor.

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  13. Yo no he visto la peli pero sí leí hace años la novela... una delicia! :o)

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